Hay proyectos que nacen como una idea, casi como un susurro. Y hay otros que, sin que uno lo planifique, terminan transformándose en parte de quiénes somos.
Así empezó este camino.
En 2007, en plena búsqueda de nuevos materiales y formas de expresión, el cuero apareció como una respuesta: noble, versátil, lleno de posibilidades. Y con él, el círculo. Una forma mínima, infinita, que se convirtió en el primer gesto creativo y en el sello que atraviesa mis colecciones. Pero nada de esto fue sola.
Las piezas comenzaron a abrirse camino. Llegaron las primeras ferias, las exposiciones, los viajes.
Y mientras tanto, algo aún más importante pasaba: personas que me rodeaban —familia, amigos, seres queridos— se volvían parte activa del proyecto. Porque cuando uno emprende con el corazón, quienes te quieren están. Fueron los primeros que compraron, que alentaron, que estuvieron en cada paso.
También pasó algo que no imaginé ... Clientes que se transformaron en portadores de mis piezas y también de una parte de mi historia.
Porque crear no es solo diseñar. Es tender un puente.
Es dejar algo de uno en manos de otros.
Gracias. 🩷